martes, 13 de octubre de 2009

Tres motivos tontos para ser infiel


Por tirar una cana al aire
El hombre quiere probar qué se siente toqueteando el cuerpo de alguien que no sea Dorita, en una especie de relación, de esas que no dejan huellas. Ellos lo explican con el consabido “No debes preocuparte, eso no significó nada”. Imagínate: tu marido estuvo desnudando a una mujer extraña, pasó la noche con ella, gastó dinerales en regalos, viajes y cenas, arriesgó contagiarse venéreas, sida o dejarla embarazada, lo ocultó lo más que pudo...y cuando finalmente lo descubres, te dice que “todo eso no significó nada”...¡Lo peor es que es verdad! ¡ La intimidad no significa nada para él! Finalmente, él logró su cometido: tirando una cana al aire, se siente menos canoso y mantiene a raya la crisis de la mediana edad.

“Mi mujer no me comprende”:“La culpa de todo la tiene Dorita”, dice él, haciéndose el santo que carga con la triste cruz de un matrimonio obligado. Y con esa cantinela logra provocar compasión en la mente de alguna tonta de capirote que sólo quiere creer que tú eres una bruja malvada. La amante adora escuchar:“Tú si que me comprendes. Contigo sí que me siento a gusto.”. Y queda prendada creyendo cada mentira, sin saber que ella es otra cana al aire más del montón. Mientras tanto, ellos siguen tirando canas al aire hasta que quedan calvos.

Por venganza
Poner los cuernos es la peor venganza imaginable. Así que debemos suponer que si alguien lo hace para vengarse de ti, debes haberle hecho algo verdaderamente horrible, como haber ocupado su lugar en el armario con tus zapatos nuevos o haberte comido sus Oreo bañadas en chocolate. Esas cosas sí que merecen venganza. Un dato interesante: las infidelidades por venganza duran poco, pues los infieles por venganza siempre se encargan de confesar su delito. Es que si no te enteras, ¿cuál es la gracia de cometerlo?

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